En 1492, los judíos fueron expulsados de España.
De hecho, pudieron elegir entre convertirse o exiliarse.
Algunos decidieron exiliarse. Es el caso por ejemplo de Isaac Abravanel, que trabajó como financiero de los Reyes Católicos.
Otros decidieron convertirse. Por ejemplo, Abraham Senior que fue otro judío influyente de la Corte de los Reyes Católicos.
La primera presencia judía se puede remontar al segundo siglo de la era común (= después de Cristo), pero es probable que ya estuvieran en el territorio que hoy corresponde con España muchísimo antes.
El antisemitismo siempre estuvo presente en España, por ejemplo en 1391, año de revueltas contra los judíos y matanzas.
Después de estos actos, muchos judíos se convirtieron al cristianismo para evitar los problemas. Pero los problemas siguieron, porque estos nuevos convertidos formaron una nueva clase: los conversos o cristianos nuevos.
Se creó un nuevo concepto: el de la limpieza de sangre (= pureté de sang).
Una persona tenía que dar pruebas de su antigua pertenencia al cristianismo (= ser cristiano viejo) para obtener el derecho de trabajar en la administración, en desempeñar ciertos cargos eclesiásticos y entrar en las órdenes religiosas.
De ahí, viene la expresión “por los cuatro costados” = por línea paterna y materna (cuatro abuelos).
Estos estatutos evolucionaron a lo largo de la historia y crearon debates apasionados.
Tomás de Torquemada (1420-1498), por ejemplo, fue un ardiente defensor de los estatutos y gran inquisidor.
Se acusaba a muchos conversos de seguir siendo secretamente judíos.
La Inquisición solía practicar la tortura y la incitación a la delación (= dénonciation). Las condenas podían ser la pena de muerte, como ser quemado o quemada vivo/viva en espectaculares ceremonias, los autos de fe.
Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (los jesuitas) se oponía a los estatutos de limpieza de sangre y defendía a los judíos.
Muchos cristianos nuevos que seguían fieles en secreto al judaísmo emigraron a Ámsterdam para volver a su religión.